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El viaje (página 2)




Enviado por Jorge Arbelvide



Partes: 1, 2

Algunos de ellos llevaban como trofeos trozos de las pieles
que cubrían a alguno de nuestros cazadores, otros llevaban
sus lanzas.

Nuestros mayores descargaron sobre ellos una lluvia de
flechas,  algunos cayeron, pero como respuesta, recibieron
una lluvia de fuego y truenos; sus cuerpos volaban por los aires
la sangre brotaba de
sus cuerpos, no hubo flechas ni lanzas, estos guerreros mataban a
la distancia. Aun así nuestros mayores ganaron algo de
tiempo para su
gente. Nuestras mujeres y niños
ya habían ganado la selva, llevaban como escolta un
pequeño grupo de
cazadores muy jóvenes, que los protegerían y se
ocuparían de proveerles alimentos.

Estaban frente a nosotros; de repente, hubo una lluvia de
fuego la tierra
tembló bajo nuestros pies, sentí que alguna mano
gigantesca me golpeaba y me hacia volar, vi como volaban
también algunas de las chozas; en ese momento mi cuerpo
golpeo contra el suelo y
perdí el
conocimiento.

La lucha fue muy larga, ya caída la noche agotados por
el esfuerzo y sabiendo que habían ganado el tiempo
necesario para que sus familias pudiesen alejarse. Comenzaron
aquellos que quedaban vivos a entregar sus armas a los
enemigos, dispuestos a ser inmolados con el honor que
correspondía a aquellos que habían peleado con
ferocidad. Pero no fue así. No hubo honor, los que se
rindieron fueron capturados,  los que sobrevivieron fueron
atados, los heridos fueron rematados, los demás fueron
atados y arreados como ganado, las chozas fueron saqueadas y
quemadas.

éramos el botín de aquellos que habían
llegado para arrasar con nuestras vidas, nuestras aldeas, nuestra
condición de seres humanos. Nuestro destino, era ser
explotados como animales de
carga, o simple divertimiento para saciar los apetitos sexuales
del amo blanco.

Cuando me desperté de la inconsciencia estaba
 rodeado de gente todos estábamos atados. Fuimos
empujados, fuimos tirados al suelo atados o encadenados de 
pies y manos,  aquellos que intentaron erguirse recibieron
un castigo por demás cruel. (Sin saberlo sirvieron como
ejemplo para intimidar al resto).

Así pasamos la noche tirados boca abajo en la playa
entre castigos y gritos escuchando movimientos de gente,
explosiones; durante la noche escuchamos llegar mucha gente
(después supimos que era gente de otras aldeas),
  al clarear el día vimos llegar tres
 grandes canoas con velas blancas que se anclaron a una
distancia de la playa, bajaron los botes con gente de piel blanca,
jamás habíamos visto gente de ese tipo, algunos de
ellos tenían marcas de heridas
terribles, en su rostro, brazos o torso. Se juntaron y caminaban
entre nosotros; a medida que recorrían el lugar, sus
esbirros nos separaban y nos amontonaban en tres grupos.  Se
tomaron especial cuidado de que no fuéramos juntos
más de un puñado de la misma aldea; así se
separaron miembros de una misma familia, padres e
hijos, parejas, hermanos… fuimos revisados, se
asesinó a muchos porque sus dentaduras no estaban en
buenas condiciones, porque estaban lastimados, mujeres
embarazadas, hombres viejos, o simplemente por capricho de
aquellos que nos elegían.

Soltaron a varios jóvenes,  los dejaron correr, de
repente escuchamos el estruendo de varias explosiones y los vimos
caer y algunos volar por los
aires[3], vimos su sangre brotar de
aquellos agujeros que se abrían en  sus cuerpos.

Nos subieron a los botes y nos llevaron hasta una de las
grandes canoas, allí, fuimos empujados a subir y en l
mismo momento fuimos empujados a un lugar oscuro, maloliente,
húmedo que olía a traspiración, a la
respiración de mucha gente, allí
éramos empujados y atados a diferentes postes y argollas,
la mayoría de nosotros llevaríamos esas cadenas por
muchos años más.

El Barco…una caja fría, húmeda, sucia,
oscura…

No supimos lo que estaba pasando, era demasiado
trágico, era tan rápido, la muerte, el
desarraigo, este encierro, estábamos atados a argollas en
las paredes, en postes, en el techo, en el piso, algunos tienen
cadenas, otros estamos atados con sogas, a la mayoría nos
ataron las manos, los pies y la cabeza, nos daban a beber
agua sucia, la
comida que nos daban apenas alcanzaba para mantenernos vivos, a
mi lado estaba un joven de otra aldea, casi un niño, 
se notaba que tenía alguna herida interna, o que
algún golpe le dificultaba respirar. Casi no
entendía lo que hablaba, pero más por su esfuerzo y
nuestro  deseo de comunicarnos pude llegar a entender que no
habían podido reaccionar fueron tomados por sorpresa y no
tuvieron tiempo de poner a salvo a sus mujeres, niños ni
ancianos.

Su mujeres fueron violadas, salvo las vírgenes, (estas
se reservaban para poder
venderlas a mayor precio), sus
mayores y sus niños fueron asesinados, sus heridos fueron
rematados y su aldea arrasada y saqueada…

Mientras ellos comían buena comida y bebían agua
fresca. Nosotros solo bebíamos el agua que
había sido usada para lavar los trastos, nuestra comida
consistía en un sancocho donde se mezclaban las cascaras y
las sobras, junto con el pescado que ellos no comían.

Pasamos grandes fríos durante las noches, sufrimos
terribles calores durante los días; nos sacudió una
gran tormenta, durante la cual pensamos que el agua
llenaría aquella bodega donde estábamos. Algunos de
nuestros compañeros de viaje murieron. Rápidamente
eran sacados de la bodega y tirados al mar. Allí fueron
 quedando aquellos que reclamo la bendita Maê
 Yemanya; Pasamos una gran tormenta, muchos de nuestros
hermanos murieron en ella; hasta que luego de mucho tiempo que no
pudimos precisar ya que casi no podíamos diferenciar
días y noches,   hasta que por fin llegamos a un
puerto, allí el barco estuvo detenido por varias horas y
nosotros allí dentro muchos de los que se amontonaban
a  mí alrededor cayeron por fin vencidos;  el
hambre, la fiebre el dolor y
la locura se los llevaron,  fuimos sacados a los golpes y
parados sobre la cubierta; aquellos que estaban enfermos fueron
liquidados. A mi lado el niño, el  púber, que
había sido mi compañero de viaje, temblaba  de
fiebre por las enfermedades y las heridas.
Al verlo, se acerco uno de los marineros, y de un machetazo. Lo
asesino, acto seguido nos hicieron levantar el cuerpo y limpiar
la cubierta, mientras lo hacíamos fuimos golpeados para
que nos apurásemos. Cada tanto tiempo nos echaban agua
para que no nos desmayásemos,  así pasamos
toda la mañana sobre la cubierta. Allí un hombre blanco
seguido de otro vestido de cura[4],
pasaban delante nuestro, el primero nos ponía un nombre,
el segundo, recitaba rápidamente unas frases en
Latín, nos arrojaba unas gotas de agua y hacia la
señal de la cruz.

éramos menos que el ganado; en uno de los barcos
habían llegado un casal de caballos árabes, estos
fueron desembarcados de inmediato, fueron lavados y se les dio
pasturas frescas. Su precio fue más alto que el de
cualquiera de nosotros…

Fuimos vendidos por lotes, "20 esclavos machos fuertes,
jóvenes y sanos" "5 esclavas mujeres jóvenes y
trabajadoras","una esclava joven de buen cuerpo;  virgen
y  dispuesta a atender los apetitos de cualquier hombre"
así fueron entregándose los lotes a aquellos para
los que trabajaríamos más que los bueyes de sus
arados.

Fuimos atados al fondo de una carreta, 5 hombres y 2 mujeres
jóvenes. El "amo" asistió a su mujer para que
suba, a nuestros lados 2 jinetes armados y con látigos,
cerraba la marcha un capataz también armado. La jornada
aún habría de ser larga, caminamos durante varias
horas, llegamos a la plantación y fuimos llevados al
galpón donde se alojaban el resto de los esclavos,
allí algunos hermanos nos ayudaron, nos dieron de beber y
un plato de comida, era un guisado lavado hecho por la cocinera
del amo. El sabía que si estábamos bien alimentados
podíamos trabajar mejor.

Trabajábamos de sol a sol, hacíamos aquellos
trabajos que el hombre
blanco no haría ni por todo el dinero del
mundo, siempre encadenados, o atados para que no
pudiésemos correr, siempre bajo la mirada atenta de los
guardias y el capataz, siempre recibiendo latigazos  si por
la fatiga y el exceso de trabajo alguno
se caía, o paraba un momento, siempre había un
guardia dispuesto a darle latigazos, siempre había un
blanco listo para golpear a aquellos que osaban levantar la
cabeza. Poco a poco el amo fue dejándome curar con
hierbas, ungüentos y brebajes a mis hermanos, no por
compasión hacia ellos, sino porque se dio cuenta de que
así rendirían mejor en su trabajo.

Así pasaron los años; así vi partir a
casi todos mis hermanos, así vi llegar a muchos de ellos
que volví a ver partir, llego un momento en que los
años y el trabajo, mi
cuerpo se fue encorvándose.

Una mañana, estábamos trabajando en la ceja de
la selva, arrancando árboles
, quitando pastizales, cuando de repente el cielo se
oscureció,  fue noche cerrada en pleno día, el
capataz y los guardianes se apuraron a golpear a quienes
tenían más cerca y disparar sus armas al aire. Me
tiré al suelo, guiado por una mano que no era de este
mundo, me arrastré sentía las pisadas a mi lado, la
tormenta arreciaba y pensaron que era un montículo de
barro y me esquivaron, los Orixás cubrieron mi escape, los
guardias y el capataz no perdieron demasiado tiempo en buscarme,
con todos los esclavos que habían podido reunir  se
dirigieron al carro y ataron a todos a las ruedas.

Cuatro de nosotros aprovechando la tormenta nos escabullimos
en el monte, corrimos a través  de la selva, un par
de horas, luego, así como se oscureció,
volvió a brillar el sol, cuando
pude ver a mi alrededor me di cuenta que éramos cuatro que
estábamos cercanos y corríamos en la misma dirección; estábamos cerca de un
pequeño arroyo, les hice señas para que se
detengan, solo uno de ellos paro, nos
untamos en barro, seguimos caminando por el arroyo lenta y
suavemente en el sentido de la corriente para que la turbulencia
no nos delatara, caminamos un tiempo y luego cruzamos a la otra
orilla; los otros dos cruzaron corriendo y siguieron su
marcha.

Comenzamos a caminar con prisa, pero ya no corríamos,
nos preocupaba más ocultar nuestras huellas que aumentar
la distancia.

Pegamos nuestras orejas al piso, escuchamos varias veces a
nuestros perseguidores, de pronto, escuchamos los cascos de sus
caballos repicar en el piso, estaban cerca a un tiro de flecha de
nosotros, podíamos escuchar el aullido de sus perros y el
galope de sus caballos, el viento estaba a nuestro favor y sus
animales no podían olfatearnos; de pronto, escuchamos
bramar sus bastones de fuego y  la jauría
descontrolada.

Nos subimos a un árbol, el más alto que hallamos
desde allí pudimos ver la escena, nuestros dos
compañeros habían sido alcanzados por el capataz y
sus hombres, la pierna de uno de ellos había sido
destrozada por los perros, el hombre gritaba de dolor y se
retorcía en el piso, lejos de ayudarlo, lo ataron a la
silla de uno de sus caballos y comenzaron a arrastrarlo.

Varios hombres desmontaron, se acercaron al otro de nuestros
compañeros, y comenzaron a golpearlo… ¿Por
qué tanta saña? ¿Qué les
habíamos hecho a esos hombres? Solo tratamos de recuperar
nuestra libertad, de
volver a ser humanos y no bestias de trabajo… lo golpearon
hasta después de muerto, el joven quedo reducido a una
masa informe de carne
chorreante de sangre.

También lo ataron a una montura, y salieron hacia la
plantación gritando y festejando, mientras sus caballos
trotaban, cantaron y gritaron como si estuviesen de fiesta por
haber asesinado a nuestros
hermanos.[5]

Cuando oscureció bajamos de nuestro mirador, seguimos
andando, en nuestro camino encontramos eses de animales y nos
untamos el cuerpo con ellas para evitar dejar un rastro de olor
que los perros pudieran seguir, anduvimos toda la noche, llegamos
a otro pequeño arroyo, cuando nos estábamos
disponiendo a cruzarlo, sentimos que éramos rodeados por
hombres armados.

Estábamos agotados así que decidimos entregarnos
a esa gente, que no eran el capataz y sus hombres, eran nativos
de la tierra donde
estábamos, fuimos revisados, fuimos conducidos como
cautivos a su aldea, fuimos tratados con
respeto, como se
trata a un guerrero capturado.

Durante el viaje a la aldea, a nuestra caravana se nos unieron
tres jóvenes cazadores, uno de ellos tenía una
herida en el vientre, había perdido mucha sangre, le hice
señas al capitanejo de la tropa de que podía
curarlo, el miró al joven, y comprendió que no
resistiría ser trasladado por la selva, lo apoyaron sobre
el suelo húmedo y el joven se retorció y
aulló del dolor, tenía una herida de un cerdo
salvaje,  hice un emplasto con hierbas que recogí de
la selva y algunos polvos que tenía en mi morral
cubrí todo con una hoja de plátano luego me saque
el blusón y con los jirones de la prenda improvisé
un vendaje. Estuve durante dos días con sus noches, a su
lado rezando a los ORIXÁS y al TATA ZAMBI, para que
asistan al joven en su lucha por la vida, le pedí a mi
compañero de fuga su blusón y con este
humedecí su frente y mantuve baja su fiebre, mojaba
constantemente sus labios, y por sobre todas las cosas
pedía, por la vida del joven, por nuestra vida y para que
guíen mis caminos para ayudar a mi pueblo esclavizado por
el blanco cristiano.

El joven comenzó a mejorar, a los dos días la
fiebre cedió, durante esos dos días, los hombres
que nos tenían prisioneros luego de reparar en las heridas
del látigo en nuestras espaldas mostraron un gran respeto
y nos comenzaron a tratar como iguales, seguíamos siendo
sus prisioneros, pero por señas nos dieron a entender que
si prometíamos no escapar hasta hablar con su cacique
seriamos tratados como pares, el joven al fin abrió los
ojos y se comenzó a mover más aliviado, a los tres
días volvimos a emprender la marcha, con el joven en una
parihuela, fueron dos días más de marcha hasta
llegar a la aldea.

El caserío  estaba a la vera de un arroyo, a su
lado había un sector donde las mujeres labraban la
tierra,  a la vera del arroyo estaban algunos hombres
reparando sus redes, en el centro de la
aldea, estaban el cacique con varios guerreros y su
chamán.

Al llegar nosotros, el jefe se acercó a hablar con el
capitanejo, su rostro estaba crispado, hasta que vio al joven
herido que era traído en la parihuela, fue entonces cuando
su rostro iluminado, sin perder la solemnidad y la autoridad
natural de sus rasgos se acerco al joven apoyo su brazo en el
hombro de este, y le dijo algunas palabras en lengua que en
ese momento no entendí, si bien le habló con dureza
fue su mirada la que le expreso ternura.(Luego nos
enteraríamos que el joven era el hijo del cacique y que
había fallado en su primera excursión de
cacería solitaria, que era la demostración de que
había llegado a la adultez).

El cacique luego de escuchar el relato de su capitanejo y de
su hijo, se dirigió a nosotros, nos pusimos tensos,
quedamos parados uno frente a otro, me hablo en una lengua que no
entendí, estiró sus brazos, me abrazo acerco su
cabeza a ambos lados de la mía, y luego de esto me tomo
del brazo y me condujo a su lado en la
"Cangira"[6] y me ofreció
comer de la misma comida que él.

Luego de esa noche pasamos un tiempo en la tribu,
reponiéndonos de nuestra huida y ayudando, curando a sus
enfermos, enseñando a los ancianos de la tribu a curar,
cazando con el cacique y colaborando en la construcción de nuevas chozas.

El cacique decidió que debíamos unirnos con unas
jóvenes que nos dieran hijos, así fue, y formamos
nuevas familias, estaba mi vida tranquila, y había vuelto
la paz a mi espíritu; Una noche, durante mis sueños
TATA ZAMBI  se apareció ante mí y me
encargó una misión,
debía ayudar a  mis hermanos para que pudieran
 escapar de la esclavitud del
blanco cristiano.

A la mañana siguiente comenté mis sueños
con el chamán y el cacique, y les informé que
partiría en 7 días y levantaría un
campamento a un día de marcha. No quería exponer la
seguridad de la
aldea, si algo salía mal el blanco nos podía atacar
y mucha gente podía salir herida.

El cacique se reunió con los ancianos de la aldea y
ambos le informamos de mis planes. Ellos asintieron y estuvieron
conformes de que esto se hiciera de esta manera, y también
propusieron que aquellos jóvenes que así lo
desearan me acompañasen. Nos serian entregadas 6 gallinas,
una cabra, un par de bolsas de granos y una bolsa de pescado
seco.

El día de la partida éramos un grupo compuesto
por mi compañero de fuga y su pareja, el hijo del cacique
cuatro de los mejores cazadores;  ocho jóvenes
mujeres, mi pareja y yo mismo. Anduvimos a paso tranquilo a
través de la selva manteniéndonos a la vera del
rio, paramos para beber agua y descansar varias veces y nos
detuvimos a comer y descansar cuando el sol estuvo en su zenit.
Al fin llegamos a la caída del sol a un claro en la
espesura de la selva, estaba cerca del rio, como para poder ver
lo que ocurría allí subiendo a la copa de un
árbol, pero lo suficientemente alejado para no ser 
vistos  desde el rio. Esa noche, nos turnamos para hacer las
guardias y nos echamos al piso a dormir.

En muy poco tiempo construimos una gran choza, que fue usada
para que durmieran las mujeres mientras nosotros
construíamos el resto de las chozas de la aldea.

Trabajamos arduamente para levantar las chozas y en poco
tiempo estábamos establecidos; mientras
construíamos preparamos defensas que nos darían
tiempo en caso de ser atacados para evacuar a nuestras mujeres y
niños, enviamos un par de exploradores a batir la zona
para ubicar las plantaciones más cercanas.

Nuestra primera incursión fue a una plantación
de cacao, durante la noche, le tiramos a los perros unas liebres
empapadas en láudano lo que los puso adormir, luego
sigilosamente fuimos anulando a los guardias uno por uno,
llegamos al galpón, y sigilosamente fuimos soltando a
nuestros  hermanos, muchos de ellos se negaron a dejar el
galpón así que nos fuimos con 4 hombres y dos
mujeres ya que se acercaba el alba.

Salimos a la selva ocultándonos en la oscuridad y la
bruma, corrimos en la dirección contraria a nuestro
poblado hasta llegar al rio, luego corrimos por el rio a favor de
la corriente por más de una hora. Cuando salimos nos
untamos con guano de animales y barro, para que los perros no
pudieran oler nuestro rastro; luego salimos a la jungla tratando
de ocultar nuestras huellas, nos subimos a los arboles y
esperamos sin hacer ruido a que
pasara el día. Desde donde estábamos
podíamos ver el rio y la boca de la selva por la que
habíamos entrado; al caer la noche, bajamos con cuidado
para no hacer ruidos que nos delaten, caminamos toda la noche
cambiando de direcciones para no dejar un rastro sencillo de
seguir, cuando llegamos a otro arroyo seguimos su curso y
cruzamos de orilla varias veces. Cuando despuntaba el alba, ya
seguros de que
no nos seguían, emprendimos el camino a nuestro
quilombo[7], allí nos
esperaban nuestras mujeres y al llegar nos ofrecieron bebidas y
comida para mitigar el cansancio de la jornada. Aquellos que nos
acompañaron, comenzaron a entender que estaban libres,
lejos de su hogar, sus familias y afectos pero libres.

Durante muchas Lunadas grandes repetimos estas incursiones, en
varias oportunidades alguno de nuestros "sediciosos delincuentes"
perdió la vida por la libertad de sus hermanos; hasta yo
mismo una vez fui herido por el "demonio blanco", pero Tata Zambi
quiso que mi vida continúe.

Pasaron los días, las estaciones, la vida… vi
crecer a mis nuevos hijos, y seguí envejeciendo. Ya era
uno de los jóvenes que me acompañaron cuando
fundamos el quilombo el que tenía la responsabilidad de guiar los destinos de nuestra
colectividad.

Una tarde, me senté a la sombra de un árbol a
fumar mi pipa, cuando la encendí y largué la
primera bocanada me vinieron al recuerdo mi infancia y
juventud en mi
aldea de África, el
secuestro, la
esclavitud, la huida, la aldea, el cacique, las excursiones para
liberar a mis hermanos, el nacimiento de mis nuevos hijos, la
muerte de mi
mujer, y de repente, cuando quise levantarme, noté que
podía hacerlo sin el dolor que hacía algún
tiempo acompañaba todos mis movimientos. Noté que
mi cuerpo estaba aun en el árbol, ¡¡lo estaba
viendo!! Entonces comprendí que estaba muerto. Me dio
terror, tristeza, pena, una mezcla de sensaciones
indescriptibles, había perdido mi cuerpo, mi
espíritu estaba descarnado, me di cuenta de que nunca
más volvería a ocupar ese cuerpo, fue como cuando
se deja una ropa que nos agradaba mucho y ya no nos sirve, pero
sin embargo, se recuerdan cosas agradables que vivimos
vistiéndola. La vida no es otra cosa que una
sucesión de momentos que quedan grabados en la sutil
sustancia de los sueños donde habita la eternidad.

Por largo tiempo, después de que se llevaron mi cuerpo
y lo enterraron, permanecí en los alrededores. El
árbol era el último lugar  donde mi
espíritu había habitado mi cuerpo; no tenia adonde
ir y me sentía irremediablemente solo y no sabía
cuál sería mi futuro, si es que había un
futuro para mí.

Un atardecer de verano aparecieron frente a mí algunos
compañeros, ellos también eran espíritus y
solo yo podía verlos, al principio me sobresalte al
comprobar que ellos me veían y me podían
oír, eran iguales a mí y se acercaron sonrientes y
me abrazaron, entonces todos mis temores desaparecieron, todos se
retiraron y frente a mí quedó aquel niño que
fuera asesinado en la cubierta del barco al llegar.

-"Tata Zambi nos ha encomendado una nueva misión, a
partir de hoy somos los depositarios del amor
más fuerte, aquel que fue forjado en el dolor, aquel que
se sobrepuso al odio y desprecia la revancha, aquel que pudo
atravesar todos los infiernos y salir de allí para cumplir
la misión de ser el  emisario de los Orixás y
asistir a todos los seres humanos para aliviar sus
aflicciones.

Me invadió una gran alegría, y me
confundí con ellos en una gira en la que danzamos
juntos.

De allí en más comenzamos a trabajar para ayudar
a levantar a aquellos humanos que necesitaran de nuestros
servicios,
ganando de esta manera nuestro crecimiento espiritual y luz astral.

 

 

 

 

 

Autor:

Jorge Arbelvide

Argentina

[1] El congal es el espacio
dedicado a la veneración de Tata Zambi Y los
Orixás

[2] Callado, Bastón 
o  Palo que cumple la función de
ayudar en las caminatas,  separar el ganado y hasta puede
ser usado como arma en al caso de lucha.

[3] Habían gastado 
parte de sus  ganancias  para demostrarnos lo que nos
pasaría si intentábamos escapar.

[4] Más tarde cuando
aprendiéramos a adaptarnos a esta nueva vida,
conoceríamos a aquellos que nos impondrían las
enseñanzas de su religión de amor paz
y tolerancia.
Tal como lo predico Jesús  el Cristo. También
nos seria impuesta la práctica de la tolerancia (fuimos
libres de creer en su dios)

[5] Realmente estaban de fiesta,
habían recuperado a dos de los esclavos evadidos, serian
recompensados por el amo, al llegar a la plantación,
sacarían a todos los esclavos al patio y frente a todos
ellos los perros devorarían los restos de nuestros
hermanos;  los hombres que los habían capturado 
serian recompensados con un banquete, aguardiente, serian
atendido por las esclavas que ellos eligieran. Si, estaban
festejando…

[6] Se llamaba así a las
reuniones tribales alrededor de una fogata; ese nombre se
transmitió a través del tiempo y hoy en día
en la religión Umbanda, se denomina de esta manera a las
ceremonias que se realizan a cielo abierto donde se incluye una
fogata.

De hecho uno de los "puntos" o rezos que se cantan a una
entidad conocida como el Pai Mayoral Das almas dice
así:

"OIAIA CANGIRA DE UMBANDA.

ESPIA ESPIA, QUIEN VEIN DA ARUANDA

LLEGA EL SUPREMO REY DA KIMBANDA

JEFE DE JEFES SEU MAYORAL;

POBO DAS ALMAS MANDOTE LLAMAR

[7] Quilombo: es como se
denominaron los campamentos que hacían los esclavos que se
fugaban de la dominación de los blancos. En varios idiomas
y/o dialectos africanos Quilombo significa campamento. En
América
quilombo fue una palabra de esperanza que significo LIBERTAD para
muchos esclavos. 

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